15 de noviembre de 2007

El último año

La propaganda de una de las últimas tapas de la revista Noticias dice: “Osho Vs. Freud. La terapia del último año”. Aparentemente hay un nuevo anti-psicoanálisis que se inspira en la filosofía de Osho, y lo que hacen es sacudirte una pregunta que -como comprobé en carne propia- realmente sacude: “¿Qué harías si este fuera el último año de tu vida?”
Más allá de lo interesante que me resulta saber cómo y quienes hacen la pregunta, el contexto y demás, y obviando el ponerme a cuestionar si el método me parece bueno como análisis de uno mismo (y los resultados, claro), o si son o no incompatibles las filosofías de Freud y Osho, debo reconocer que a mi la preguntita me removió. La primer lectura fue un “ajá!... qué haría?...” por supuesto que mis primeras respuestas fueron totalmente terrenales, violaban seis de los siete pecados capitales y unos cuántos mandamientos; fueron respuestas completamente egoístas y vagas. Luego del primer sacudón, y ya con la mente un poco más abierta, antes de dormir volví a hacerme la pregunta estremecedora... “¿Qué harías, (Si, me hablo a mí misma en segunda persona... qué se le va a hacer, cosas de la edad) Natalita, si supieras que exactamente dentro de un año vas a morirte?”
Mentalmente hice una lista de cosas que intentaría cumplir: hacer (al menos un) salto bungee, tirarme en paracaídas, viajar en moto, irme de vacaciones con mis mejores amigos y amigas y agarrarme una memorable borrachera en medio de una fiesta que durara todo un fin de semana, arreglar los detalles de mi muerte: donación de órganos, donación de mis pertenencias, cremación y lo que quiero que hagan con mis cenizas, etc. ... y después hice la lista más real, la que probablemente lograría cumplir con más facilidad, la que se forma de cosas que me sentiría muy mal de dejar sin hacer: regalarle recuerdos felices a mi hijo, hacerle una carta-libro-diccionario que de algún modo me suplantara y le transmitiera mis valores, de manera que pudiera recurrir a él en caso de estar perdiendo la Fe en algún momento; comería mucho, me reiría mucho, muchísimo, nadaría, tomaría muchos mates con charla y pastafrola de dulce de leche con mis familiares, me revolcaría en el pasto con mi perra, dejaría un tesoro enterrado en el patio de mi casa para que mi hijo lo encuentre algún día.
En algún punto pensé en pedir perdón a la gente que hice mal... qué bueno darme cuenta de que no es tan larga la lista. Aún mejor fue darme cuenta de que no hay nadie a quien yo deba perdonar: no hay rencores con nadie ni con nada. ¿Decirle a la gente que amo que los amo? Lo hago siempre que puedo, más con gestos que con palabras. ¿Empezar a valorar las pequeñas cosas de todos los días? por lo general lo hago. ¿Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro? tareas cumplidas las tres (y de todos modos, no se de dónde viene esa... costumbre, podría decirse: excepto por la parte del hijo, las otras dos no fueron graaaan cosa...). ¿Enamorarme? Ya. Sé lo que se siente (y lo recomiendo, eh? uso y abuso siempre que se pueda).
Tal vez pueda parecer macabro, pero me dio mucha paz saber que puedo morirme tranquila. Más allá de que no quiera morirme, de que ame profundamente estar viva, de que tenga ocho mil millones de planes para mi vida y quiera seguir pululando por este planeta hasta los 90 años (por lo menos): no me da miedo morirme. Concluí en que disfruto y valoro mi vida; no la postergo para mañana. Ahorro, por si acaso, pero me compro ese par de sandalias que me hace sentir una diva. Me cuido, pero el fin de semana me clavo un asado con achuras, vino y ¼ Kg. de helado sin pensar en las calorías y el colesterol. Hago ejercicio, pero camino mirando las estrellas. Me protejo, pero hago muchísimas veces el amor; todas las que puedo. Envidio, pero no me enveneno. Discuto, pero con los ojos (y la cabeza) abiertos. Trabajo para vivir, no vivo para trabajar. Vivo, y vivo con la plena conciencia de estar viviendo; con absoluto conocimiento de que soy finita, de que la muerte me puede pescar en cualquier momento: en un año, en un mes, en 15 minutos, en dos décadas. Vivo, sabiendo que quienes me rodean también pueden dejar de estar en cualquier momento. Vivo sabiendo que más tarde o más temprano me voy a morir. Y la tranquilidad de saber que me voy a morir, haber logrado la aceptación de que es un hecho que no voy a poder cambiar, darme cuenta de que me estoy muriendo desde que nací y haber descubierto que mi vida no está del todo mal, fue como sacarme un bloque de concreto de mil kilos de la espalda.

La pregunta sirve, escarba hondo, invita a cuestionar, a reevaluar, a reconsiderar viejos rencores, viejos ideales, viejas costumbres, viejos miedos, cosas que se vienen arrastrando sin mirarlas con detenimiento. No sirve el miedo. No sirve que la pregunta haga tomar conciencia de que en cualquier momento uno puede espichar. Sirve tomar conciencia real de que somos... menos que nada, una cositita mínima en un universo infinito, en un planeta caprichoso y ciclotímico que cuando quiere se sacude un poco y nos deja fuera de combate, y que la vida continúa sin nosotros. Sirve mirarse desde afuera y preguntarse: “Si me muero hoy (o dentro de un año, o cuando sea): ¿Me voy a morir en paz? ¿Habré hecho con mi vida y con mi persona lo que quería hacer y ser? ¿Me enorgullece ser quien soy? ¿Me hago cargo de no enorgullecerme de quien soy y bancarmela?... ¿Viví?”
Aguantar, permanecer, perdurar, transitar, sobrevivir, estirar la vida comiendo yogures con fibras y con ingredientes de nombre raro no es lo mismo que vivir.
Esta noche, antes de dormirte, en vez de pensar en la cuenta del teléfono que aun no pagaste, en el aumento que aun no conseguiste, las palabras que ya dijiste, las cosas que ya pasaron y no tienen remedio, en el llamado que aun no recibiste... Te invito a pensar y a cuestionarte esta cuestión: ¿Qué harías si este fuera el último año de tu vida?



Nota: les deseo de corazón a todos aquellos que lo hagan, que tengan los mismos sueños delirantes que tuve yo: aun me acuerdo y me río. Mi mamá haciendo paracaidismo????

5 de noviembre de 2007

Guía práctica para conocer HOMBRES (Y no morir en el intento...)



El post de hoy es un texto que le regalé a mi amiga Yiyí para su último cumpleaños. Me pareció el mejor regalo para ella por dos cosas: primero que nada, porque la quiero mucho y quería darle algo especial y personal. Segundo, porque fue la primera en “chicanearme” con la escritura y la publicación de las cosas que escribo, y eso, esa fe, para mi es invaluable.
Además, es mi fan Nº 1. Pobrecita.

Como en la mayoría de mis textos, hay mucho de exageración y bolazo, así que espero que nadie se forme un concepto de feminista acérrima de mí, porque, a decir verdad, soy bastante machista...








Claramente podemos notar que vivimos en un momento de la historia de la humanidad en la que es tarea más que difícil conseguir un hombre. Valga una aclaración: dije hombres, no portadores de pito, no son la misma cosa. Un travesti es una “mujer” portadora de pito. Un barrabrava es un portador de pito. Jacobo Winograd es portador de pito. Portar pito no convierte automáticamente al portador en HOMBRE. Ese título se obtiene en ardua pelea, o por mera suerte, pero de ninguna manera por llevar un colgajo grotesco entre las piernas. Por favor.
En siglos pasados, casaban a las mujeres con cualquier portador de pito que la pretendiera. Si había más de un pretendiente, los padres de la muchacha optaban por tomar como yerno a aquél que tuviera una o dos gallinas (o vacas, en los mejores casos) más que el otro. En estos casos, el fracaso de la errada elección era de la familia; había a quién odiar por cagarnos la vida. Mucho tiempo antes de eso, las mujeres cambiábamos de estado civil pero no de estado social: éramos las esclavas de la familia (padre y hermanos) y pasábamos a ser esposas/propiedad de esposo e hijos, y así generación tras generación: también en esta clase de matrimonio arreglado había a quién culpar, la mujeres no elegíamos con quién casarnos o compartir la vida. Muchísimos años más atrás, el matrimonio era simple: garrotazo en la cabeza, a la rastra de las mechas a la caverna y a procrear para perpetuar la especie se ha dicho. Hoy en día la humanidad ha evolucionado, y acá estamos... con tantas posibilidades para elegir y con tan pocas chances de encontrar un chivo expiatorio a quien endosarle la culpa de habernos casado/noviado con un espléndido pelotudo.
Ahora bien. Durante muchos años las mujeres vamos sobreviviendo, (picoteando diría) de acá y de allá, algunos picoteos duran más que otros, involucran más o menos sentimientos, más de una vez luego de una ruptura (y ya concluida la etapa del síndrome “Grecia Colmenares” del llanto y del “nunca-más-voy-a-encontrar-un-tipo-como-Él”) miramos de lejos al australopiteco con el que acabamos de cortar y pensamos “Dios mío, qué hacía yo con esa... cosa?
En otras ocasiones, MIENTRAS estamos compartiendo preciosos momentos de nuestra vida con una persona del sexo opuesto, la observamos detenidamente y podemos apreciar claramente y sin esfuerzo la procedencia de sus raíces genéticas... y pensamos: “a la mierda... la familia de este flaco quedó estancada en alguna etapa de la evolución entre el homo erectus y el homo sapiens”, mientras Él –al borde de las lágrimas- salta arriba del sofá con los puños cerrados y los brazos en alto al grito de “GOL, carajo, goooooooooolll!!!”
Visto y considerando que este tema da para muchísimas horas de debate y charla de mujeres heridas, vengativas y ponzoñosas, vamos a pasar a algo mucho mas práctico, útil y constructivo. Presento una breve guía, en la que encontraremos diversos tips para encarar la búsqueda del próximo homo sapiens-sapiens de la larga lista que fomentaremos a lo largo de nuestras vidas.


En busca del chongo ideal –Parte I: puntos no negociables.

a). Quedan TERMINANTE Y ABSOLUTAMENTE descartados (y hasta prohibidos diría) los tipos:
-Casados (el “estamos mal, me quiero separar”... “mi mujer es una yegua... ojalá te hubiera conocido antes”... “dame tiempo, es difícil, pero ya vamos a estar juntos vos y yo”) y etc. ES MENTIRA, SIEMPRE.
-Juntados, en pareja, de novios, a punto de enviudar (las hijas de puta nunca terminan de morirse de una buena vez).

Incluidos: los que tienen más de 30 y viven con los padres, los que hablan todo el tiempo de la madre o de la ex.
Cualquiera de los ejemplares anteriormente nombrados viene
con el combo extra de problemas y dolores de cabeza. Habiendo tanto pene suelto y simplón por la vida, vamos a enroscarnos con uno complicado?

b). Bajo ningún punto de vista se aceptan:
-Los que nunca tienen un mango: (“uy, me olvidé la billetera”... “ando medio corto... me bancás?” “Sos un amor, después te lo devuelvo”...) No, no y NO!!
-Los que como plan mas divertido alquilan una peli para ver en casa... y TODOS los fines de semana es el mismo plan.
-Los alérgicos al trabajo.
-Los adictos al trabajo.
-Los adictos a mirar por tv TODO programa deportivo o partido que encuentren de: fútbol, rugby, tenis, tc2000, natación, paddle, basquet, fórmula uno, carrera de embolsados, mancha venenosa, etc. etc.
-Los adictos a la pornografía.
-Los adictos en general, así sea al helado (híper-obeso fofo en puerta, hay que mirar a futuro).
-Los que se instalan en nuestra casa, nuestro cuarto y/o nuestra vida, manejándose como si fueran amos y señores indiscutibles de todo lo anteriormente mencionado.

c). Huyamos violentamente de:
-Los que se sacan los mocos en nuestra presencia. Un moquito asomando es tolerable, pero si se está haciendo una lobotomía con la uña larga del dedo chiquito (que se deja larga con ese fin) es nauseabundo.
-Los que se rascan las bolas (o cualquier parte del cuerpo) y se huelen los dedos.
-Los que no levantan la tapa del inodoro (y los que la levantan y no la vuelven a bajar).
-Los que se enamoran perdidamente de nosotras en 15 minutos y sostienen su “amor” con promesas empalagosas.
-Los que no tienen vida propia y se adhieren a la nuestra como una ameba desorientada.
-Los que dependen emocionalmente y nos cuentan cada vez que pueden todos sus enormes e incomparables problemas. Peor aun si nunca tienen un minuto para escucharnos. Repitamos este mantra: “Si querés amame, idolatrame, besame, haceme el amor, casate, lo que quieras conmigo: pero el psicoanálisis... con la/el analista mi amor”.
-Los celosos en demasía.
-Los que no tienen una idea más o menos definida del rumbo que tomará su vida.

Voy a tener la precaución de incluir ciertos portadores de pito que normalmente cualquier mujer rechazaría, pero a veces la soledad desespera y mal aconseja... así que por si acaso, NO a:
*Los que le huyen a la limpieza corporal.
*Los que le huyen a un poquito de mugrecita sana (Situación ejemplo: acaba de tener un prodigioso orgasmo gracias a nuestras dotes de sacerdotisa del amor y la lujuria... y salta corriendo despavorido de la cama al baño en pos de la higiene de su equipo... qué feeeeo, ni un mimito, un arrumaco...)
*Mal aliento. No chicas, aunque esté RE bueno. No.
*Mala apariencia general. “Los borceguíes no se usan más, nene”. Tratá.
*Los que se mean de risa con cosas como “5ta a fondo” a la voz de “uuhh, que grosos que son!”

Escuchemos la voz de nuestras conciencias... una sabe cuándo el fulano es de dudosa procedencia. Que nos hagamos las boludas es otra cosa; en ese caso, metele que son pasteles... pero a bancarse la que venga.


En busca del chongo ideal –Parte II: puntos negociables.


a). Es aceptable:
-Que viva con los padres si está temporalmente desocupado o en transición entre un domicilio y otro.
-Que juegue con la playstation, la compu o cualquier juego, moderadamente. Más de dos horas es vicio. Más de tres es un nene... o un inmaduro.
-Que sea un poco desordenado. Pero si para encontrar una remera limpia necesita la ayuda de la policía científica... a descarte.
-Que mire dibujitos en la tele. La preocupación debería surgir cuando su único tema de conversación sea Pikachu.
-Que mire chicas (hembrones, bah) en TV. En revistas también. En la vida real también, pero nunca en nuestra presencia.
-Que deteste a Arjona, Sanz, Montaner (la mayoría de los hombres los detestan, es clásico).

b). Le juega a favor:
-Que tenga perro (o gato, o hámster, o una planta, un yuyo... allllgo con vida) y se note que lo quiere sinceramente.
-Que recuerde cosas le fueron contadas al menos un mes atrás.
-Que sea cool para vestirse y moverse por la vida. (Y que ninguna salte diciendo que la apariencia es lo de menos... de verdad saldrían con alguien que usa mocasines onda década del 60/70?)
-Que tenga un proyecto medianamente definido de vida, pero que no sea su única actividad el alcanzarlo.
-Que le gusten los chicos (los niños, quise decir. Si le gustan los “chicos”, cagamos fuego, a apuntar para otro lado)
-Que no tenga un hermano que esté más bueno que él.
-Que sea huérfano. Bueno, o al menos muy independiente de la madre. Pero MUY. O de última, que la madre sea muuuy piola... (Cómo era lo de la aguja en el pajar?)
-Que tenga una casita o depto en algún lugar turístico.
-Que no le moleste acariciarnos las piernas y demás zonas de catástrofe en ese momento difícil que se produce mientras el pelo es lo bastante largo como para que pinche, pero lo suficientemente corto como para no poder sacarlo.
- Que baile. No hablo de un Julio Bocca, un Chayanne... con que siga medianamente el ritmo (y no baile cuarteto, chamamé y rock de la misma manera) ya tiene un poroto más a favor.

c). Es imprescindible:
-Que sea buen tipo. Buena persona. Valores chicas, valores. No, de esos no, valores espirituales y humanos, no de los que se pueden perder por un error de cálculos.
- Que nos quiera aun en día de remera chingada y ojotas (no todos los días, a no achancharse).
- Que entienda que el síndrome pre-menstrual es inevitable, inmanejable, y que es tan -o más- molesto para nosotras como para él.
- Que esté dispuesto a levantarse a mitad de la noche a comprarnos un analgésico cuando nos duela algo.
- Que nos quiera lo suficiente como para aceptar que cada persona es como es, como puede, como le sale... pero es así, y puede moderarse, medirse, pero no transformarse en algo que no es. Que nos quiera lo suficiente como para poder vivir con esas cosas que no le gustan de nosotras, teniendo en cuenta que tenemos muchas otras cosas que hicieron que nos quiera en una primera instancia. Que nos quiera lo suficiente como para seguir conociéndonos y tal vez empezar a enamorarse de la persona que de verdad somos en “la vida real”, después de la etapa de la conquista donde todo es perfectito, y si realmente es un buen tipo, nos quiera y lo queramos lo suficiente como para aprender de sus cosas buenas, y él de las nuestras. Que nos guste lo suficiente como para que -si todo sigue como en los cuentos de hadas-, cuando la pasión lujuriosa se haya esfumado, sintamos mucho placer de compartir charlas y rememorar viejas anécdotas juntos. Que nos quiera lo suficiente como para quererlo lo suficiente, y que después de mucho tiempo compartido, aún sintamos cosquillas en la panza cuando lo veamos, aunque sea de vez en cuando. Que nos quiera, nos respete, nos cuide, nos valore, nos extrañe, nos acompañe... lo suficiente, como para que todo el esfuerzo de hacer nacer y mantener con vida un amor, realmente valga la pena...



11 de octubre de 2007

Nostalgias


Este texto fue escrito en un pequeño cantero en el medio de la Avenida Nueve de Julio (Y bueno, la inspiración llega cuando llega...) saqué de mi bolso el cuaderno que me acompaña a todas partes (justamente porque sé que la inspiración me llega en cualquier parte) y "vomité" todo el texto que sigue a continuación.








Siempre es igual... cada vez que me voy, mientras siento cómo un colectivo holgazán hace una muy lenta marcha atrás para iniciar su camino (de regreso a mi vida “normal”), te espío con anticipada nostalgia por la ventanilla que me aleja lánguidamente de vos, e internamente me (y te) prometo volver.
Pronto, de ser posible.
Hoy nos volvemos a encontrar, mí adorada Buenos Aires... convulsionada y maniática, ahogada en olores mecánicos y artificiales, adornada con caras de mirada ausente en medio de tanta presencia de más caras de mirada ausente, cubierta de humo. Pero yo veo a través del humo. Yo te observo. Sos tan hermosa...
Te respiro hondamente, me lleno la boca de una sonrisa bien extensa y te camino, y te venero desde el alma mientras todos te insultan... pobres de ellos, que no ven tus perfiles prolijamente acabados, la perspectiva de tus edificios como brazos extendiéndose intentando alcanzar un cielo inalcanzable, tus pecas verdes de pasto y árboles, seres vivientes casi intrusos entre tanto concreto muerto y tanta cabeza rancia. Edificios colmados de ventanas, ojos curiosos que dejan ver otro mundo, desde ambos lados. Balcones jubilados que vomitan perpetuos malvones de un rojo muy similar al rouge bailantero más usado. Estilos arquitectónicos venidos de todos los rincones del mundo, unidos en un mismo cóctel imposible, coexistiendo en una sicótica armonía.
Te recorro de punta a punta, generás en mí una ansiedad comparable a recibir mis invitados a alguna fiesta de cumpleaños, cuando era chiquita. Difícil explicar la emoción que despertás en mi, esa ansiedad que me hace casi casi saltar de alegría. ¡Me hacés sentir tan viva! Reprimo el grito jubiloso que se gesta en la boca de mi estómago, en su lugar suelto una carcajada libre y espontánea, y me siento en el medio de tu 9 de julio, sobre un pequeño, pequeñísimo, diminuto espacio verde. Prendo un cigarrillo. Te miro, te siento en la piel... noto que podrían traerme hasta acá con los ojos vendados, y al respirarte sabría sin dudar dónde estoy, tu presencia se siente en la piel. Me encanta saborearte. Te disfruto mientras jugueteo con el pucho en la mano y el humo en la lengua.
Respiro hondo y redescubro tu obelisco traspasando el centro de tu corazón, rodeado de arterias de cemento transitadas por más seres anónimos que de tanto verte ya no te ven. Tan hermosamente simple. Erguido, presuntuoso, gritando su “porteñez” a los cuatro vientos. Dejando ver su soberanía a todo aquél que desee hacerlo, como para que no queden dudas de que él ES Buenos Aires.
Y yo me sobrecojo cuando te miro de noche, llena de luciérnagas de 220 voltios vos, y de mariposas mi panza, y la melancolía que me invade de a poco hasta llegar a ese espacio no muy definido de mi pecho... el vértigo cuando piso tu suelo, la emoción de sentirme de nuevo en vos, esa cosa de mirarte como en un plano general y divisar entre tus edificios que estás llena de oportunidades y secretos, aventuras gestándose, historias esperando ser creadas y recuerdos por recordar.
Cuando estoy en vos me siento viva. Pero viva de verdad, viva en el espíritu, en mi esencia. Se desperezan mis sueños, se me aguzan las certezas, me sacudo los “peros” y los “talveces” y me empapo de “¡si! ¡claro que si!” y de “¿Por qué no?”...
Y ahora me voy, Ciudad Porteña de mi corazón... y te hago esta indisoluble promesa de volver. Nos vamos a volver a ver muy pronto.
Y algún día, tal vez... no necesite volver a despedirme de vos, con el corazón estallando de tristeza y los ojos inundados de lágrimas de desesperanza, como hoy.

7 de septiembre de 2007

Medio vaso lleno de vida light

Hace unos días estoy en una especie de plan saludable, en el que me cuido en las comidas haciendo una dieta supervisada severamente por mi nutricionista (tiene razón… una bola de fraile rellena con dulceleche más, y para trasladarme en vez de caminar iba a rodar). A la tortura de la lechuga constante (me estoy por convertir en canario) y las seis comiditas diarias, se suma una hora de caminata diaria, tarea que verdaderamente disfruto mucho. El recorrido inicia en mi casa, donde me enchufo a mi emepetrés con canciones bien sandungueras (¡¡que no decaiga!!) y camino a paso animado por una calle recta, sin otras que la corten, lo cual beneficia mucho a las personas que circulamos por ahí, ya que no debemos estar atentos a que nos pase por arriba algún transporte despistado. Son dos kilómetros de calle recta, y a los costados la nada: campo, más campo, alguna vaca curiosa, campo, y más campo. Así hasta llegar al balneario que se creó en torno al Río Areco… modesto pero limpito, eso si.
Lamentablemente por razones meramente burocráticas y de lavadas de manos, el balneario esta semi-abandonado, y alguna manada de adolescentes con creencias de viveza terminó de hacer pelota lo que más o menos quedaba en pie esperando la nueva temporada de verano.
Toda esta explicación tiene su razón de ser. Paciencia.
Hoy conté con la compañía de una amiga que se sumó a mi movida saludable, por lo cual el emepetrés quedó descansando en su estuche, y le dimos a la lengua (charlamos, quiero decir…) todo el camino. En eso estábamos, cuando me comentó que hace unos tres días le duele la cabeza, sobre todo cuando se pone nerviosa (o se le sale la cadena, como digo yo). La explicación más lógica que se me ocurrió darle es que cuando se pone nerviosa, se tensionan los músculos de cuello y espalda y eso jode a las cervicales y demás (no soy dotora, no esperen mas detalles). Su respuesta fue algo medio vago, como “naaaaaaa… te parece, gorda? Si yo no me caliento demasiado por nada…”
Llegando al sector del balneario donde debemos pegar la vuelta, nos detuvimos en la orillita del río: silencio absoluto, se respiraba paz, aire puro, había un grupo de patos silvestres nadando despreocupadamente y pescando, mojarritas saltando por todas partes, algunas garzas distraídas, los sauces llenos de brotecitos asomando impúdicamente de las ramas, mi perra (La Tota) corriendo y zambulléndose cual Meolans en el agua en pos de los patos… me empaché bien el espíritu de toda esta belleza, simple, sencilla, pero que me reconforta tanto y me carga tanto el alma de cosas buenas. En eso estaba cuando de repente me di cuenta de que estábamos hablando las dos al mismo tiempo y ninguna de las dos escuchaba a la otra, hasta que yo empecé a escuchar. Y el “diálogo” era más o menos así:

Yo – Qué lindo esto, boluda… y pensar que lo tenemos tan al alcance, gratis, y ni nos damos cuenta...
Amiga – Qué lástima, cómo dejaron venir abajo esto, son unos negros…
Yo - …mirá, mirá!! Mirá cómo se zambullen los patos para pescar!! Cosita!!
Amiga - …y encima nadie se calienta, todos los árboles tirados, cuánto les puede costar levantar un árbol??
Yo - … (inhalando y exhalando profundamente) respirá hondo gorda… sentí que grosso como se llenan los pulmones de aire puro y fresco, el sol tibio en la cara…
Amiga – Sé, pero mirá los pendejos de mierda las cosas que han hecho… ¿qué necesidad de quemar el quincho pueden tener? Son unos negros...
Yo - …me hace sentir viva esto… el fin de semana lo voy a traer a Fran para pescar mojarritas, ahora que vienen los días lindos podríamos venir y hacer picnic, ¿no? O traer unos barriletes, o la pelota…
Amiga – Y yo que quería hacer mi fiesta de casamiento acá…
(Acá es donde empecé a escuchar)
Yo - ¿eh?
(Acá es donde mi amiga empezó a escuchar)
Amiga - ¿qué?
Yo - ¿Que te ibas a casar acá?
Amiga – Si… ¿qué tiene?
Yo – Pero gorda… ¿te estás haciendo mala sangre por que está todo medio hecho mierda y porque vos pensabas casarte acá?
Amiga – Y… si...
Yo – Pero vos no sos más boluda porque no tomás envión, ¿no?
Amiga - …
Yo - ¿Sabés cuánto falta para que te cases con el huevón de tu novio? Mejor si no te casás nada con ese pelotudo a rosca. De acá a que vos te cases esto capaz que no exista, o si, ¿qué sabés? Además en una semana lo ponen a tiro de nuevo, si se calientan un poco... ¿o te olvidás que todos los años es igual?
Amiga - … y bueno… es que me pone mal que esté todo destruido.
Yo - ¡No rompás las pelotas! No es que te ponga mal, es que no hay p… que te venga bien. En vez de disfrutar todo esto hermoso que te deja la naturaleza a tu alcance, te estás haciendo mala sangre criticando a no sabés quién por no hacer nada. Te vas a morir de un pico de presión a los 30 años nena.
Amiga - …
Yo - Y después me preguntás por qué te duele la cabeza? ¡Ya me pusiste del culo!
Amiga - ¿qué, te parece que será por eso?
Yo – (apretando los dientes) Si gorrrrda... no me parece. ES por eso. Relajaaaaaate...
Amiga - ...si... puede ser. Te hice calentar, no? Je, je, no pierdo el toque ni aunque pasen los años.
Yo – (Suspiro mientras me resigno una vez más) Vamos, dale. Hay que volver. Cómo se nota que te quiero mucho, boluda... sabés cuántas veces te hubiera mandado a cagar sino, no?!?!
Amiga – Yo también te quiero mucho Gor.


No apunto a que no haya que calentarse por nada, pero tampoco me parece saludable estar haciéndose mala sangre por todo. Sobre todo por lo que no tiene remedio. Y muchísimo menos, por lo que si lo tiene...
Viendo el vaso medio lleno es la mejor manera de vivir.


16 de agosto de 2007

Taional Planet presenta…La Langosta Espiritual

Hoy vamos a referirnos a una especie de insecto que habita en casi todas partes: la langosta espiritual. Prima cercana de la langosta común -esa verde tan simpática que arrasa literalmente con cuanta cosecha encuentre en su camino- la langosta espiritual en esencia es afín. Descularemos a continuación diferencias y similitudes.
De apariencia susceptible, ojos dulces, mandíbulas blancas, prolijas y cordiales, patas armónicas, contextura física atractiva, la langosta espiritual posee además la capacidad de hipnotizar a quien esté a su alrededor mediante un arrullador sonido que produce frotando sus extremidades delanteras (como si tuviera un trozo de madera entre ellas e intentara hacer fuego) mientras se muerde la mandíbula inferior con la superior. Este sonido produce en quien lo escucha, efectos que nos recuerdan a las leyendas de piratas y corsarios, quienes decían que el canto de las sirenas los transportaba a un estado casi de locura, en el cual razonar se hacía tarea irrealizable. Un rasgo muy particular de esta especie es que no tiene aparato auditivo. Años y años de evolución hicieron que desaparecieran dado que ya no les resultaban útiles: son sordas. La dimensión del cerebro es exageradamente grande en proporción al tamaño de su cuerpo y al uso que le dan; suelen actuar sin pensar ni razonar, mas allá de que tienen la capacidad de hacerlo.
Esta clase de langosta es una mutación de la que ya conocemos, se reproduce ovíparamente como todas, pero a diferencia de sus congéneres que deben desarrollarse por sus propios medios, la langosta espiritual instintivamente cría a sus camadas en comunidades muy parecidas a las familias humanas. En estas comunidades siempre hay un macho Alfa que por lo general es posesivo, dictatorial, violento, agresivo y vil, que mantiene a su hembra y prole bajo su mandato de miedo, pero proveyendo –sin embargo- a su descendencia de todo lo necesario para evitar una posible extinción. De este macho Alfa toman el ejemplo sus crías.
La alimentación de este ser es uno de los aspectos mas importantes de su existencia. En igualdad de condiciones con su pariente, la langosta común, la espiritual va de cosecha en cosecha alimentándose de una y otra sucesivamente, como si su apetito nunca estuviera satisfecho. La diferencia radica en que, mientras la langosta común no desperdicia nada, es decir, se come todas las partes de cuanta planta encuentre a su paso, la espiritual se nutre sólo del interior. Su sistema es casi una estrategia militar: sobrevuela la zona a atacar con mucha altura, va bajando de a poco, haciéndose lentamente parte cotidiana del entorno, hasta volverse parte de el; una vez logrado el aterrizaje en alguna planta de hoja y tallo delicados, la langosta abraza con sus tersas pero duras tenazas a su víctima, y en un beso mortal clava sus mandíbula en el tallo. Mediante su saliva, que posee componentes químicos que alteran la percepción y el buen juicio, mantienen quieta a su presa a la vez que lánguidamente liban el interior de la misma. Así, vitaminas, minerales, proteínas y demás elementos vitales para la supervivencia son absorbidos día tras día, permitiendo a la langosta espiritual asegurar su permanencia y dejando completamente devastada a su captura, pero no muerta; la permanencia con vida de la misma dependerá un poco de la suerte, y otro poco de la profundidad de las raíces, la fortaleza de las fibras y la pureza de la clorofila que hubiere formado a lo largo de su crecimiento.
Cuando considera que ya no puede obtener nada de la planta que acaba de aniquilar, simplemente remonta vuelo en busca de otra cosecha que asolar. Su vida se limita a eso: mantenerse con vida, durar, permanecer, sin saber lo que es vivir. Finalmente, después de transitar su vida dejando a su paso desolación y vacío, la langosta espiritual muere sola (ya que es demasiado compleja y violenta como para vivir en comunidades), presa de brutales convulsiones provocadas por un intenso sentimiento de culpa, insatisfacción, soledad… y pobreza espiritual.


 No merecía tanto amor.

6 de agosto de 2007

Quien espera no siempre desespera... pero ansía.

Ansiosamente espero su regreso.
Que me vuelva a llevar a ese estado en el cual todo es hermoso, y lo que no lo es no importa, se vuelve hermoso o llevadero con su presencia. Quiero sentir las caricias que con su intervención son mas suaves, las palabras que con el tienen mas sentido, los gestos que desde el son mas genuinos. Hacer el amor con el no tiene paralelo con ninguna de las variantes que he conocido.
Quiero volver a alimentarme de el y al tiempo a alimentarlo y cuidarlo.
Quiero que vuelva fuerte, poderoso, resistente, inteligente, maduro. Quiero que me vuelva fuerte, poderosa, resistente, inteligente, madura.
Quiero tener un nuevo el, acorde a mi nuevo yo, acorde a mi nueva elección, a mis nuevas lecciones aprendidas, un el verdadero y casi perfecto, pero no del todo... no me gustan las cosas perfectas.
Ansiosamente espero el regreso de un el que me enseñe todo el tiempo, que me aparte la vista de mi propio ombligo y me obligue sutilmente a ver y no sólo a mirar. Un el que no me vuelva ciega, que no me vuelva sorda, que no me vuelva permisiva, que no me permita justificar lo injustificable.
Ansiosamente espero que regrese con una nueva forma, una nueva cara, un nuevo olor, una nueva piel, nuevas las líneas de las manos, nuevos los recuerdos viejos, nuevas las anécdotas gestándose, nuevos los detalles fastidiosos, nuevos los condimentos del fuego, nuevo el sabor de los besos, nuevos los sonidos compartidos, recién nacidos los momentos venideros, nuevas miradas cómplices y códigos secretos.
Quiero volver a creer en el, en lo que me da, en lo que puedo dar por el, en lo que logra sacar de mí, en lo que logro sacar de el.
Quiero volver a escribirle en sonrientes horas desveladas, contar de el cosas para las que no encuentro palabras sino sensaciones, sentirme una adolescente tonta sonriendo ante las nuevas fotos de momentos o a iluminarme completamente ante la mención de un nombre, como cuando tenía quince años.
Ansiosamente espero su regreso... ¿o acaso será su venida? ¿Su primera vez en mí? Ansiosamente espero volver a creer que es real. Que todos mis miedos son infundados. Que mis elecciones fueron desacertadas. Que sí existe, que sí puede ser puro, que sí puede ser leal, que sí puede ser fuerte, que sí es posible para mí.
Ansiosamente te espero, amor...
Sólo te espero.

28 de julio de 2007

La oveja negra (meeee!)

Para vos, musaraña infame... que elegiste vivir la vida careta que vivís, y aunque me parece repugnante, respeto tu decisión.
Para vos, peste bubónica... que todavía creés inocentemente que podés cambiar mi manera de ser, pensar, creer, sentir, vivir, amar, actuar “porque están mal”.
Para vos, tontita, que insistís en mandarme imágenes santurronas por mail.
Te quiero, a pesar de todo.
Te necesito, aunque no parezca.
Te admiro a veces, aunque no lo creas.

Te detesto menos de lo que crees, aunque no lo demuestre.



Debo reconocerlo: nunca fui (ni seré) una persona fácil de llevar. Por haber nacido en noviembre soy una escorpiana leal, orgullosa, indomable y calentona. Que mi nacimiento haya acontecido en 1980 me convierte en un mono alegre y saltarín del horóscopo chino. Por ser pariente de mis bisabuelos, tengo una espesa sangre vasco-francesa. Por ser hija de mis padres soy una extraña mezcla de intelectualoide lectora de cuanta cosa caiga en mis manos (de má) con “dicharachera” amante de la fiesta, las risas y los amigos (de pá)... (Nunca entendí que se vieron para enamorarse... no pueden ser mas distintos. Pero allá ellos.) Toda esta ensalada imposible de sangres, alineaciones planetarias y licuado de genes forman parte de lo que fui y de lo que soy. Me largaron a la vida con este carácter, se me fue armando una personalidad que –generalmente- disfruto mucho de poseer, y me hago cargo de que las cagadas que me he mandado en mi vida siempre fueron fruto de decisiones propias y de ninguna manera responsabilizo a alguien mas. En todo caso... las cagadas que me mandé en un 99% fueron por NO haber dado bola a consejos sabios... pero tengo la interna satisfacción de haber hecho lo que a mi me parecía mejor, no me arrepiento de haber vivido lo vivido... no podría vivir en función de los demás ni pensando que en algún momento actué en función de los demás, sería como haberme fallado a mi misma.
Hoy en día, con algo (no mucho, solo algo) de madurez encima estoy en situación de poder ir hacia donde quiero ir, tengo un punto de referencia al que todo mi ser me grita que debo dirigirme. La pregunta entonces es: ¿por qué tantas cosas conspiran para que yo no llegue o demore en llegar? Esto no me tira para atrás, en todo caso, la herencia vasca dice “ah, ¿si? ¿Que no? ¡Tomá que no!” y arremete con mas ímpetu... todo mundo se cree con poder de opinión sobre mi vida (Bah, todo el mundo se cree con derecho a opinar sobre la vida del resto del mundo... no es algo que me afecte sólo a mi). Cualquier alternativa es mejor que la que yo elegí. No he encontrado argumentos válidos que puedan contra la tenacidad del escorpión. La intolerancia que hay sobre cualquier cosa que no es lo que “los demás harían” es increíble. Un ejemplo pequeño y sencillo para ilustrar mejor mi indignación: estoy a punto de hacerme un piercing en la lengua. No es un acto de rebeldía ni un intento de pertenecer a nada, no tengo 15 años. No soy religiosa, no es nada parecido a un culto que venera los agujeros ni nada por el estilo. No es para llamar la atención (¿hay algo más discreto que un aro dentro de la boca?). No es para nada mas ni nada menos que darme un gusto, “emperifollarme”. Como hay mujeres que se tiñen el pelo, otras que se ponen pestañas postizas, otras que se depilan con cera hasta el alma... No se dan una idea de las cosas que he escuchado después de pronunciar tan inocente oración: “me voy a poner un arito en la lengua”...
¿Por qué tanta intolerancia y prejuicio?
Caí en la cuenta de que vivimos en un mundo repleto de gente que vive para introducirse en la vida ajena (gente metida, dicho de otra manera). Si hay tanta historia con que tome una decisión tan simple como la de ponerme un aro, que no perjudica ni modifica la vida de nadie, no quiero ponerme a reflexionar sobre la intolerancia que puede haber sobre temas más importantes. Y no solo vivimos rodeados de intolerancia y prejuicios, sino también de personas estructuradas en extremo. Gente que no se pone a cuestionar las “reglas” y/o costumbres con las que vive día a día: simplemente las sigue. ¿Por qué se supone que a los 30 años una persona “normal” debe estar casada, con trabajo, con hijos, siguiendo el modelo Ingalls? ¿Qué hay de malo en llevar una vida de hippie a los treinta y pico? ¿Por qué es tan llamativo que una persona de más de 18 años quiera hacer una carrera universitaria? ¿Por qué nadie mira con la cara fruncida a una piba de 15 años que se tatúa, pero reprueba a la mujer de 50 que hace lo mismo? ¿Por qué con el flaco que tirotea a mansalva está todo bien y con la flaca que disfruta de la misma manera está todo mal, se la señala como si fuera algo “malo”? ¿Por qué ser gay no es “normal”? (odio cuando los llaman anormales) y en ese caso... ¿Por qué no es “anormal” NO ser gay? Me resulta mucho mas coherente pensar que dos personas del mismo sexo se lleven mejor y tengan una relación mucho mas sana que la que podrían tener dos personas de sexos opuestos, sobre todo considerando la cantidad de divorcios, libros sobre cómo tener un matrimonio feliz y sano y cosas que hay sobre el tema...

Hay una cantidad enorme de prejuiciosos. La misma que de personas que viven en función de los demás... eso de “¡nooo! ¿Cómo voy a hacer eso? qué va a decir la gente si...”
Si vos, querido lector, querida lectora pertenecés a esta grupo de gentes, de esos que dicen “¿¡Pero cómo voy a rascarme el culo en la calle?! ¿Estás loca? ¿Qué va a decir/pensar la gente?” Enteráte: NADIE va a acercarse a vos a decirte algo respecto a tu picazón; en todo caso, causarás alguna risita (nada grave, y le regalás una pequeña alegría a alguien), o un gesto reprobatorio... pero la satisfacción de haberte rascado el cachete cuando te picaba ferozmente no te la saca nadie. Y si “la gente” PIENSA algo respecto a tu rascada... ¡No te vas a dar cuenta! Enteráte: NADIE va a acercarse a vos y te va a contar su opinión al respecto. Y si efectivamente sos la clase de persona que vive en función de la existencia de los demás, Oh, alimaña detestable... relajáte... y dejáme de romper las pelotas!!!!! Nunca pedí tu opinión!!! Dejáme vivir!!! Y viví tu vida para vos y como te guste, sin pensar en nada mas...

Siendo la muerte una propuesta tan eterna, y la vida en comparación tan breve... ¿vale la pena vivir de esa manera?


21 de julio de 2007

¡Envejecer está bueno!

Día gris, frío, embolado, pachorriento. Sábado de forzada parranda para festejar el “día del amigo” (que no se festejó ayer porque las implicadas hoy laburábamos desde temprano). Más ganas de alquilar un dvd y mirarlo comiendo M&M’s en la cama tapada hasta la nariz o de leer un buen libro escuchando a Pink Floyd, que de salir a pavonearme en un boliche lleno de humo, pendejos/jas en celo y poses. De repente me embiste sin piedad un recuerdo: hace diez años, (YA, diez años!?!?) el sentido de mi vida era pasar la semana lo mas rápido posible y que llegara el sábado para –justamente- ir a pavonearme a un boliche lleno de adolescentes de hormonas alborotadas, ortodoncias a la vista y amenazantes granos en la cara. La satisfacción de volver a casa con una volteante baranda a humo de cigarrillo y otras sustancias desconocidas, un tanto ebria, agotada y con los pies doloridos por los tacos y algo disfónica por haber hablado a los gritos, era comparable a obtener una medalla olímpica cada fin de semana.
Ahora, con 26 años encima (Maxi, te odio desde que me hiciste dar cuenta de que no solo tengo 26, sino que me faltan nada más que 4 para los 30. Te voy a mandar la factura del psicólogo), todo se ha invertido. Salir un sábado a la noche a bailar solo es el remate de una noche “especial”, como el 1ro de enero, un cumpleaños, el día del amigo, etc. pero de ninguna manera un ritual sabatino ineludible.
De todas maneras la onda de hoy es salir (o que mis amistades me excluyan de todo plan futuro por amarga), y esto me da un buen pie para postear algo que me viene dando vueltas en la cabeza hace algún tiempo.

Soy como una especie de Roberto Carlos: tengo “un millón de amigos”... por esto mismo, más o menos una vez al mes desempolvo la juventud y me aturdo cuatro o cinco horitas al ritmo de las canciones de moda de turno, con la excusa de festejar cumpleaños y demás eventos sociales. Aclaro que me gusta salir, no estoy fosilizada... pero en invierno me da tanta paja tener que salir de la cama temprano para laburar, que mi esperanza de vida es llegar al domingo para dormir y/o hacer mucha fiaca en mi casita con mi familia... En fin. En una de estas últimas salidas, primero que nada descubrí que está buenísimo haber superado esa etapa del “¿qué me pongo?”. Mi placard es bastante simple, no hay mucho rebusque, así que básicamente me tiro encima lo primero que me cae mas simpático. Tal vez algún brillo, algún escote, pero nada muy gato (solo lo necesariamente felino para no parecer recién salida de un gimnasio). El calzado, fundamental: la madre naturaleza generosamente me premió con 1.74 mts. de estatura, así que no paso desapercibida si no me monto a unos tacos imposibles de domar... chatitas (yo les digo gnomos/ñomos, son una especie de alpargatas puntudas muy simpaticonas) o las viejas y queridas “All ê Stars” compañeras indestructibles de andanzas. Un jean, algo de maquillaje muy tranqui, y a las pistas. Mientras –sin mas preocupaciones que divertirme y sacudir el esqueleto- bailo un buen rock o un inspirador cuartetazo sacudiendo el acoplado y dándole sendos culazos a todo el mundo, me río en la cara de todas las niñas que bailan en puntas de pie cual Paloma Herrera de la bailanta, con cara de secas de vientre al padecer el rigor de sus tacos altos. Al final de cada vuelta enredada, las observo luchar contra cintos que se desprenden, remeras subversivas que se escapan de donde no deben, minis que se elevan hasta revelar partes profanas y gomas cual Houdini tratando de huir de su calabozo de push-up.
Si se las/los observa bien, todos los adolescentes parecen salidos de un distribuidor mayorista de juguetes made in Taiwán. Todos con el mismo exacto y desmechado corte de pelo, los mismos claritos, la misma bijouterie, las mismas ropas en los mismos tonos, tomando los mismos tragos de moda (Fernet con Coca?!?! Vade retro Satán!! Como mínimo un Daikiri, gordi...). Las niñas por un lado, todas muy en pose de femme fatal, (es muy cómico verlas con las uñas rojas y tacos de 15 cm. y con ortodoncia... incompatibilidades que no voy a entender nunca), fumando con gestos muy armados y practicados en el espejo, bailando entre ellas y para los demás. Jamás harán algo gracioso solo para divertirse o divertir a sus cumpas: sería un quemo. Los niños por su parte, con su nueva moda de pantalones colgando de la mitad del culo y los fundillos entre las rodillas toman lo primero que se les ponga adelante: la meta es ponerse en pedo, no importa con qué. El pedo ya no es un estado en el que uno repentinamente se encuentra por no haber medido cuánto se tomaba: es una meta a lograr.
Salen por inercia, por costumbre, por hábito... pero no por el placer real de salir, de encontrarse con amigos a pasar un buen rato, a despreocuparse del resto del mundo, a saborear un buen trago, una cervecita bien fría con manises...
Sentada en la barra con mis amigotas, (todas viejas chotas de veintipico como yo), mientras degustaba un deliciosamente bien preparado “Fernando” miré a toda esa fauna bolichera que se mueve en masas de –mínimo- doce o quince pendex, que hablaban a los alaridos y se la pasaban dando grititos histéricos y pensé... “ay, chiquitas... cuánto les falta crecer... no saben nada de la vida... qué bueno no haber perdido tiempo de charla con mis excelentes amigas por cambiarme 40 veces de ropa... qué bueno poder bailar “el meneaíto” como se me cante sin que me importe si me mira alguien o no... qué bueno que mi mamá no controle a qué hora vuelvo a casa (o si vuelvo)... qué bueno poder gastarme la guita en lo que quiero porque no me la dan mis papis, me la gano laburando... qué bueno tener veintiséis!!

Feliz día del amigo fue el mío, que hoy va a ser festejado y honrado como se debe con Andre, Sonia y Caro: mis viejas amigotas chotas de veintipico, como yo.

3 de julio de 2007

Carnaza (común) de diván.

Tengo problemas para recordar cosas de cuando era chiquita, especialmente de los cinco años hacia atrás. Siempre supuse que tendría que ver con alguna especie de bloqueo emocional, debido a que justamente cuando tenía 5 años mis viejos se divorciaron; pero hace algunos días, revolviendo una caja llena de fotos viejas, descubrí que mi falta de memoria tiene raíces más complejas.
Además de más cabezona que ahora, en mis tiernas épocas de jardín de infantes, parece que era una especie de cero a la izquierda. En uno de esos tantos actos escolares de vaya uno a saber qué fecha patria, aparezco junto a otro grupo de loosers, todos vestidos con un conjunto de joggin de espantoso azul (estoy hablando de hace 20 años atrás… nada de pantalones bordaditos ni de color rosa: si tenías muuucha suerte (y guita) usabas los Adidas azules con las tres tiras blancas, cosa que yo no vi ni de cerca (ni los Adidas, ni la guita, ni la suerte). No solamente era horrendo el conjunto, sino que yo estaba en el papel de caballo, con un gorro de lana coronándome el marote del cual colgaban largas tiras de papel crépé de diversos colores a modo de crines. Lo triste del caso, es que en un costado de la foto, se ve una larga fila de compañeritas (con papis adinerados, claro está) vestidas con polleras de tul y volados, con alitas de hada, llenas de brillos y lentejuelas… y ahí nomás recordé que… ¡YO QUERÍA SER HADITA! Y no… solo llegué a ser un simple (y encima feo) caballo.
Al año siguiente, una casa de ropa para chicos organizó un desfile dentro del cole. Obviamente, me tocó desfilar. Nada de mallas, vestidos y capelinas con largos cabellos al viento, como todas las demás chicas… en la foto se me ve cruzando la pasarela con un gesto muy digno (a pesar de todo) y la manito izquierda con mucho glamour (también, a pesar de todo) en la cadera, con un short azul, una musculosa que no se qué hijo de puta metió dentro del short, y unas zapatillitas bastante varoniles. De yapa, alguien tuvo la genial idea de peinarme con una “colita” bien tirante de costado y a su vez trenzada… habrán notado en la foto que tengo el cabello lleno de rulos, y además, el cuero cabelludo sumamente sensible… así que lo único que retengo de ese momento al ver la foto, es el enorme dolor que sentí con cada pasada del peine y cada vuelta del elástico de la “colita”.
Siguiente acto: primer grado… mi seño Rosita (ya en ese entonces había empezado a desvariar) nos contó un cuentito sobre una especie de duende que… bueno, no viene al caso. La cosa es que lo llevamos a la actuación. La protagonista fue otra, el duende fue otro, otros palomas, soles, mariposas… ¿y yo? ¡Ah! Yo hice de rosa. Moño de papel crépé verde loro en la sabiola, tiras de papel crépé rojo alrededor del cuello a modo de pétalos (ya mencioné el estado mental de mi maestra) y bastaaante maquillaje cremoso medio vencido salido de la cartera de alguna otra maestra loca. En la foto se pueden apreciar con claridad el embole y enojo que tuve mientras duró la improvisada obrita.
Segundo grado: 25 de Mayo… mucho corcho quemado, una palangana con trapos y “Con agua y jabón lavamos la ropa del negro Simón”, enterraron para siempre mis sueños de ser dama antigua. Y fíjense que no dije “La hija de San Martín” o algo así… no… mi felicidad era que me pongan un vestido largo y peineta, y ser una dama antigua más. Bienvenida a la realidad nena: de negra lavandera no pasás.
Tercer grado: acto escolar. Canción del momento “El kiosco de la esquina” de “La ola está de fiesta”. ¿Adivinen quién NO fue Flavia Palmiero? No chiquita… conformate con ser una de las gilas que bailan detrás de ella… (Hoy en día puedo ver claramente que me hicieron un enorme favor, pero en aquella época, lisa y llanamente me amargaron la existencia).
Cuarto grado: creo que fue para el día del maestro. El personaje elegido fue “Su” Giménez. Programa “Hola Susana!”. ¿Hace falta que cuente que yo NO fui Susana? Siempre segundona… me tocó el papel de “Coneja” (esa pseudo-secretaria fiera y dientona –pero simpatiquísima- que realzó con su fealdad la belleza de la diva durante tantos años). Vestida con una ridícula pollerita de jean, y acompañando a otras tres pobres rechazadas, hicimos reír a un público tan variado como estúpido.
Quinto y sexto grado fueron dos años sabáticos, no hubo manera de que me hicieran participar de alguna obra (es más: creo que en sexto me obligaron a bailar el “Carnavalito” vestida de Coya. Sin palabras). Finalmente en séptimo, alguien me convenció de participar en una obrita en la que se tocaba el tema de las drogas, en el cual una adolescente era tentada a probar… acepté de buen grado, pensando en que iba a ser una buena manera de llegar a mis compañeros, un buen cierre de mi carrera actoral-escolar haciendo de “Mariana”, la chica protagonista que casi cae en las crueles garras de la droga… Mis 15 segundos de fama consistieron en aparecer normalmente vestida, poner un pie sobre una mesita ratona, tirar unos imposibles paquetes de medio kilo (cada uno) de cocaína/harina sobre la misma y decir “acá tenés lo tuyo” (o algo similar: repito que tengo un problemita interesante de falta de memoria/recuerdos)… ¿¿¿hay algo más bajo que ser la dealer de la obra??? (Los paquetes demostraban no sólo nuestra ignorancia en el tema, sino también el de las maestras: ¿quién empieza a drogarse aspirando una línea de medio kilo de merca? Si le hubiera vendido un porrito, bueno, capaz que tenía un poco mas de color, de realismo… ¿no?)
De ahí en más, no hubo nadie capaz de convencerme de participar en un acto. Ni siquiera de leer un texto. La voz en off de alguna obra. Nada. Ni siquiera ahora, ya de ¿adulta? las maestras de mi hijo cuentan con mi intervención en los actos de su escuela.
Nunca logré superar que no fui hadita… ni mariposa… y mi carrera cayó en picada junto con mi ánimo cuando me convertí en una especie de narco-actriz.

Nunca más pisaré las tablas: fue el fin absoluto de mi carrera actoral.

21 de junio de 2007

Odios inclasificables. Más divagante aún lista de mambos (Ultima parte)

Odio profundamente…

-…a la gente que pone “eses” en palabras que no corresponden (“Vistes”, por ejemplo), los que dicen “la” calor, “la” maratón (no me importa que la Real Academia Española acepte ese “la”, a mi me revienta).
-… el haiga, el estea, la coluna, el dotor, el análesi, la diabeti, la azúcar, la picza, el mesénger, los pieses…
-…los parentescos imposibles, como “concuñada segunda del primo tercero del hermanastro”.
-…a los tipos que se sacan los mocos en el auto esperando a que cambie el semáforo.
-…a la gente que habla despacito, en susurros en los consultorios (¡así sea el del odontólogo!)
-…que siempre en un bondi de larga distancia, me toque viajar al lado de alguien extraño: portadores de tics nerviosos, roncadores crónicos, viejas con ganas de hablar cuando quiero dormir (y que creen que por alguna extraña razón uno tiene interés de escuchar su relato), comedores de comidas muy olorosas (como un sánguche de salame, por ejemplo), meadores compulsivos, etc.
-…a la gente que echa la culpa de sus males a algún “trabajo o brujería”.
-…la costumbre imbécil de hablarle como imbécil a los bebés, y de minimizar las cosas “¡oohhhh! ¡El angelito se hizo caquita… vamos a lavarle la colita!”. Y el “angelito” acaba de depositar en su pañal el equivalente al fondo del Riachuelo…
-…a la gente que le “silba” la nariz cuando respira. Y a la que respira “fuerte”.
-…los manuales de electrodomésticos que vienen en todos los idiomas, excepto en el único que yo conozco.
-…a las minas del canal “Utilísima” que pasan 4 horas pintando boludeces –como un portallaves, por ejemplo- que no tienen ningún tipo de utilidad (todos sabemos que el mejor lugar para dejar las llaves es aquél que no vamos a encontrar cuando debamos salir a los pedos de la casa).
-…a la gente que opina sobre la vida ajena con total impunidad y sin que nadie se lo pida: “¿cuándo vas a adelgazar/engordar? ¿Para cuándo los “confites”? ¿Cuándo le vas a dar un/a hermanito/ta a tu nene/na?” (¿Alguna vez pensará esta gente que uno está como quiere –o puede- y sus preguntas no son ninguna revelación?)
-…que el molinete del subte no me tome el subtepass.
-…que suba una embarazada a algún transporte público y los pasajeros-hombres sentados se hagan los giles.
-…cuando hace mucho frío y ya no puedo ponerme mas ropa (simplemente porque no entra) y apenas puedo moverme. (Y sigo teniendo frío!)
-…la costumbre de algunas personas de bardear y atajarse cuando creen que uno les va a decir algo que no les gusta/conviene escuchar.
-…de internet: a la gente que escribe con muchas faltas de ortografía, los que mandan mails de ½ línea, los que en el chat contestan con monosílabos, los que todo el tiempo usan “caritas” y no escriben, los que no respetan tus “estados” (ausente, ocupado, etc.), los que mandan mails católicos con imágenes de vírgenes y santos todopoderosos, los que mandan cadenas en las que “se cumplen” deseos, los que mandan cadenas con pedidos de reenvío con fotos de chicos enfermos o deformes, los que creen que hotmail va a cerrarse, los que creen en celulares regalados y en que Bill Gates está compartiendo su fortuna, los que chatean y su tercer pregunta es “¿Cómo sos?”, los que no te conocen y te tratan de “mi amor, mi vida, linda, hermosa, etc.”, los que no usan “CCO” y mandan tu dirección de mail a toda la web,
los que se quejan de que escribo mucho en este blog.
-…a la gente que se toca el pelo o la cara constantemente mientras habla. También a la que habla y no mira a los ojos o mínimamente a la cara.
-…las “muletillas”: viste, ¿no?, estem…, eh?, le digo, le dije, que pin que pan, ¿entendés?, etc.
-…pisar la única baldosa floja de toda una cuadra.
-…pisar un chicle en pleno verano.
-…cuando la máquina expendedora de boletos no toma la moneda que estás poniendo.
-…cuando cambian de horario un programa de televisión que me interesa y no me entero.
-…a los vendedores que en la vereda del local te dicen “podés pasar y preguntar, sin compromiso”.
-…ala gente que llama a tu teléfono equivocadamente y dos segundos después y vuelve a llamarte, ¡¡¡y a veces hasta por tercera vez!!!
-…los programas berretas de televisión que se hacen hablando sobre otros programas berretas de televisión.
-…a la gente que opina cosas sobre uno o su vida sin que uno pregunte. Es más: sin que siquiera importe su opinión.
-…los documentales con imágenes de insectos recién nacidos, brillantes, pálidos y altamente vomitivos.
-…que se me cuelgue una película por la mitad, ya sea porque el dvd está rayado o porque simplemente se le cantó.
-…cuando se emperra el celular y no me deja mandar mensajes.
-…a la gente que me dice “querida”. (Típico de viejas). El odio aumenta si esa persona ni siquiera me conoce.
-…que se me rompa un diskette con datos que no había guardado en otra parte.
-…pelear por teléfono o msn (siempre que estoy a punto de descargarme, la otra persona corta o me “desadmite” y me quedo con el veneno atravesado).
-…cuando se me acusa de algo y no tengo manera de probar mi inocencia.
-…a la gente que dice “entonces agarré y le dije”.

Entre otras tantas cosas.

6 de junio de 2007

Odios domésticos. Vaga lista de mambos (Parte III)

En el dormitorio.
Odio profundamente…

-…que alguien cambie el orden que yo le di a MIS cosas.
-…que me desarmen la cama.
-…que alguien haga mi cama de una manera que no es la mía y en el orden que a mi me gusta.
-…que me revuelvan la mesa de luz y/o el alhajero.
-…los relojes que suenan con ese clásico y detestable “pipipipíp”
-…el sonido del segundero.
-…los radio-reloj con los números en rojo o verde, que parece que te están observando.
-…que la sábana sea corta y no pueda doblarla por encima del resto de las frazadas.
-…que se me salga todo el roperío del lado de los pies.
-…que se me salga una (o ambas) media mientras duermo y al otro día no pueda dar con su paradero.
-…que todavía alguien use “bolsa de agua caliente”.
-…que saquen mis libros de su lugar y no los vuelvan a poner exactamente donde estaban (¿maniática, yo?)
-…a la gente que llena la cama de almohadones y muñecos de peluche.
-…compartir la cama con alguien y que cuando éste se da vuelta, se lleva consigo todo el frazaderío.
-…dormir con alguien que hace ruido para respirar. Ni hablar si además ronca.
-…dormir con alguien que se ocupa mas de la mitad del espacio que le corresponde.
-…que las frazadas, mantas y acolchados queden a distinto nively y aun mas si la sábana no alcanza para doblarse por encima de las mismas.
-…cuando finalmente encontré la posición perfectamente cómoda para dormir y todo está en orden, escucho cómo alguna canilla empieza a gotear y debo levantarme a cerrarla porque de otra manera no logro conciliar el sueño.
-…que me despierten tocándome con golpecitos “intermitentes” en cualquier parte de mi cuerpo.
-…a la gente que se tira pedos en la cama, mete la cabeza entre las frazadas para olerlo y la saca de nuevo a las carcarjadas, con cara de limón y al grito de “¡¡¡¡pooooooo!!! ¡¡Me estoy pudriendo! ¡Jua jua!”

2 de junio de 2007

Odios domésticos. Vaga lista de mambos (Parte II)

En la cocina/comedor.
Odio profundamente…

-…que la mesada esté llena de cosas sucias y la pileta vacía.
-…que alguien opine sobre cómo se debe cocinar mientras YO estoy cocinando.
-…a la gente que usa mucho laurel.
-…que se caiga la nuez moscada en el tuco mientras la estaba rallando.
-…que se me rompan los vasos/platos cuando los lavo usando guantes de latex.
-…los detergentes (y cualquier producto de limpieza) con olor a limón. Los detesto abismalmente.
-…a la gente que usa girasoles/ollas/frutas/verduras/cocineros/etc. en sus decoraciones.
-…los envases herméticos que dicen “azúcar”, “fideos”, “polenta”… ¿no puedo poner lo que quiera donde quiera?
-…a la gente que usa “provenzal” deshidratado con tal de no picar un diente de ajo o un poco de perejil.
-…los tucos o salsas enlatadas o ensobradas. Ni que hablar de las deshidratadas o en polvo… se retuerce el Gato Dumas en su tumba. Salsa en polvo, válgame Dios.
-…las papas que traen medio kilo de tierra pegado.
-…a la gente que junta las bolsas del supermercado para usarlas como bolsa de residuos.
-…a la gente que usa las bolsas del super en un cesto de basura que es considerablemente mas grande que el perímetro de la bolsa, por lo cual la mitad de lo que se tire ahí, cae afuera de la misma.
-…que cuando terminás de hacer milanesas o bifes a la plancha, la cocina parece un dálmata.
-…a la gente que deja que su rejilla tome olor y color nauseabundos y la use para limpiar la mesa donde va a poner su alimento.
-…a la gente que deja que su tarro de basura se llene hasta el tope y no cierre la tapa.
-…a los tarros de basura con pedal, cuando los pisás y la putísima tapa no se levanta.
-…a la gente que cuando está cocinando con verduras, lava y pela las mismas en la pileta y deja todas las cáscaras y semillas ahí, teniendo el tarro de basura a 30 cm.
-…los posavasos.
-…las velas perfumadas en la mesa.
-…a la gente que usa un vaso para beber “x” cosa y lo deja en la pileta; al rato vuelve por mas y usa un vaso nuevo y lo deja también en la pileta. Y así sucesivamente hasta quedarse sin vasos limpios.
-…los cuchillos que tienen poco filo.
-…los tenedores con los dientes torcidos.
-…las servilletas de tela.
-…que alguien me rapiñe el cacho de pan que exclusivamente elegí para acompañar mi comida.
-…escuchar cómo alguien come una banana. No debe haber nada que me irrite más en el mundo que ese sonido.
-…la gente que hace ruido para comer aún cuando lo hace educadamente y con la boca cerrada.
-…a mi hermano Martín cuando come galletitas.
-…a mi abuelo cuando aspiraba/sorbía todo lo que se llevara a la boca, aunque fuera un pedazo de asado.
-…a la gente que muerde el tenedor.
-…a la gente que saca la lengua y chupa tu tenedor o cuchara cuando le convidás algo.
-…la muela que le sobresale un milímetro del resto de la dentadura a mi tío Angel, y cuando mastica hace un ruidito constante, un “toc, toc, toc” muy muy muy muy irritante.
-…a la gente que habla con la boca llena, o que no tragó todo hasta dejar la lengua “limpia” y cuando habla le ves todo pegado.
-…a la gente que toma un trago de algo cuando aún tiene la comida en la boca.
-…a la gente que fuma cuando aun no terminé de comer.
-…que siempre a algún boludo se le caiga el contenido del vaso el único día que se me ocurre usar un mantel.
-…que alguien saque la miga del pan y deje el “conducto” vacío.
-…que me roben comida del plato, y ni hablar si es el juguito de un huevo frito.
-…a la gente que come ensalada de lechuga como si fueran tallarines.
-…a la gente que se inclina sobre el plato para comer.
-…a la gente que mientras habla gesticula con los cubiertos.
-…almorzar/merendar/cenar/etc con alguien en absoluto silencio.