21 de julio de 2007

¡Envejecer está bueno!

Día gris, frío, embolado, pachorriento. Sábado de forzada parranda para festejar el “día del amigo” (que no se festejó ayer porque las implicadas hoy laburábamos desde temprano). Más ganas de alquilar un dvd y mirarlo comiendo M&M’s en la cama tapada hasta la nariz o de leer un buen libro escuchando a Pink Floyd, que de salir a pavonearme en un boliche lleno de humo, pendejos/jas en celo y poses. De repente me embiste sin piedad un recuerdo: hace diez años, (YA, diez años!?!?) el sentido de mi vida era pasar la semana lo mas rápido posible y que llegara el sábado para –justamente- ir a pavonearme a un boliche lleno de adolescentes de hormonas alborotadas, ortodoncias a la vista y amenazantes granos en la cara. La satisfacción de volver a casa con una volteante baranda a humo de cigarrillo y otras sustancias desconocidas, un tanto ebria, agotada y con los pies doloridos por los tacos y algo disfónica por haber hablado a los gritos, era comparable a obtener una medalla olímpica cada fin de semana.
Ahora, con 26 años encima (Maxi, te odio desde que me hiciste dar cuenta de que no solo tengo 26, sino que me faltan nada más que 4 para los 30. Te voy a mandar la factura del psicólogo), todo se ha invertido. Salir un sábado a la noche a bailar solo es el remate de una noche “especial”, como el 1ro de enero, un cumpleaños, el día del amigo, etc. pero de ninguna manera un ritual sabatino ineludible.
De todas maneras la onda de hoy es salir (o que mis amistades me excluyan de todo plan futuro por amarga), y esto me da un buen pie para postear algo que me viene dando vueltas en la cabeza hace algún tiempo.

Soy como una especie de Roberto Carlos: tengo “un millón de amigos”... por esto mismo, más o menos una vez al mes desempolvo la juventud y me aturdo cuatro o cinco horitas al ritmo de las canciones de moda de turno, con la excusa de festejar cumpleaños y demás eventos sociales. Aclaro que me gusta salir, no estoy fosilizada... pero en invierno me da tanta paja tener que salir de la cama temprano para laburar, que mi esperanza de vida es llegar al domingo para dormir y/o hacer mucha fiaca en mi casita con mi familia... En fin. En una de estas últimas salidas, primero que nada descubrí que está buenísimo haber superado esa etapa del “¿qué me pongo?”. Mi placard es bastante simple, no hay mucho rebusque, así que básicamente me tiro encima lo primero que me cae mas simpático. Tal vez algún brillo, algún escote, pero nada muy gato (solo lo necesariamente felino para no parecer recién salida de un gimnasio). El calzado, fundamental: la madre naturaleza generosamente me premió con 1.74 mts. de estatura, así que no paso desapercibida si no me monto a unos tacos imposibles de domar... chatitas (yo les digo gnomos/ñomos, son una especie de alpargatas puntudas muy simpaticonas) o las viejas y queridas “All ê Stars” compañeras indestructibles de andanzas. Un jean, algo de maquillaje muy tranqui, y a las pistas. Mientras –sin mas preocupaciones que divertirme y sacudir el esqueleto- bailo un buen rock o un inspirador cuartetazo sacudiendo el acoplado y dándole sendos culazos a todo el mundo, me río en la cara de todas las niñas que bailan en puntas de pie cual Paloma Herrera de la bailanta, con cara de secas de vientre al padecer el rigor de sus tacos altos. Al final de cada vuelta enredada, las observo luchar contra cintos que se desprenden, remeras subversivas que se escapan de donde no deben, minis que se elevan hasta revelar partes profanas y gomas cual Houdini tratando de huir de su calabozo de push-up.
Si se las/los observa bien, todos los adolescentes parecen salidos de un distribuidor mayorista de juguetes made in Taiwán. Todos con el mismo exacto y desmechado corte de pelo, los mismos claritos, la misma bijouterie, las mismas ropas en los mismos tonos, tomando los mismos tragos de moda (Fernet con Coca?!?! Vade retro Satán!! Como mínimo un Daikiri, gordi...). Las niñas por un lado, todas muy en pose de femme fatal, (es muy cómico verlas con las uñas rojas y tacos de 15 cm. y con ortodoncia... incompatibilidades que no voy a entender nunca), fumando con gestos muy armados y practicados en el espejo, bailando entre ellas y para los demás. Jamás harán algo gracioso solo para divertirse o divertir a sus cumpas: sería un quemo. Los niños por su parte, con su nueva moda de pantalones colgando de la mitad del culo y los fundillos entre las rodillas toman lo primero que se les ponga adelante: la meta es ponerse en pedo, no importa con qué. El pedo ya no es un estado en el que uno repentinamente se encuentra por no haber medido cuánto se tomaba: es una meta a lograr.
Salen por inercia, por costumbre, por hábito... pero no por el placer real de salir, de encontrarse con amigos a pasar un buen rato, a despreocuparse del resto del mundo, a saborear un buen trago, una cervecita bien fría con manises...
Sentada en la barra con mis amigotas, (todas viejas chotas de veintipico como yo), mientras degustaba un deliciosamente bien preparado “Fernando” miré a toda esa fauna bolichera que se mueve en masas de –mínimo- doce o quince pendex, que hablaban a los alaridos y se la pasaban dando grititos histéricos y pensé... “ay, chiquitas... cuánto les falta crecer... no saben nada de la vida... qué bueno no haber perdido tiempo de charla con mis excelentes amigas por cambiarme 40 veces de ropa... qué bueno poder bailar “el meneaíto” como se me cante sin que me importe si me mira alguien o no... qué bueno que mi mamá no controle a qué hora vuelvo a casa (o si vuelvo)... qué bueno poder gastarme la guita en lo que quiero porque no me la dan mis papis, me la gano laburando... qué bueno tener veintiséis!!

Feliz día del amigo fue el mío, que hoy va a ser festejado y honrado como se debe con Andre, Sonia y Caro: mis viejas amigotas chotas de veintipico, como yo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Qué duro cuando con amigos nos decimos...
"Che, Negro, pero eso pasó hace diez años!"
Golpe bajo si los hay.

Taio dijo...

Mister Pulpo: duríiiisimo... y peor es cuando, después del segundo o tercer trago con alto contenido etílico, se empiezan a recordar cosas que uno preferiría ignorar como "te acordás cuando salías con...?"
Ta lueeego...